miércoles, 24 de septiembre de 2008

Descripción completa de la raza enópata.

Descripción morfológica y psicológica de la raza Enópata Durante años se había creído que la enopatía (sobre todo en su versión más grave que es la espongiforme) era una enfermedad incurable, que afectaba a solamente un individuo de cada 10.000 habitantes, sobre todo en los países desarrollados; recientes investigaciones del Instituto Monell de Filadelfia, han demostrado sin lugar a dudas que estos extraños seres, forman una raza nueva, con características morfológicas propias y pautas de comportamiento diferenciadas de otras especies (casi siempre menos) inteligentes. La raza Enópata, a pesar de estar recién descubierta, ya está en vías de extinción, este mensaje es principalmente una llamada de atención a todos los mortales, para que cuando se tropiecen con uno de estos raros ejemplares (Declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1997), sean extremadamente amables y les den todo lo que necesiten para su normal desarrollo biológico (copas, decantadores, hielo, vino, sacacorchos, embudos, etc. etc.) como a todas las demás especies protegidas. El enópata es un animal de gran rusticidad que es capaz de no sólo sobrevivir en condiciones paupérrimas, sino de prosperar en un ecosistema verdaderamente extremo, (se podrían considerar extremófilos, si no fuera por su gran dependencia del vino de buena calidad) solo administrándole su "alimento favorito" cada ocho horas, algunos hígados de bípedos volátiles, algo de marisco y unas cuantas copas de extrañas formas, pueden llegar a vivir durante más de cien añadas. Suelen ocupar zonas geográficas con pocas precipitaciones, (ya que sus individuos suelen ser hidrófobos) y aprecian las zonas templadas, sobre todo en verano, puesto que su piel, debido al alto contenido en polifenoles, es muy sensible a las altas temperaturas, ya que de calentarse en exceso, despedirían un hedor a hollejo caliente y a pasas insoportable para sus congéneres menos desarrollados olfativamente. Como decía, son seres extremófilos pero no en sus condiciones de vida sino en su comportamiento, el hábitat de los enópatas siempre está entre las latitudes 30º y 50º de ambos hemisferios, no proliferan en los trópicos e incluso dejan de aparearse, sus madrigueras suelen estar repletas de botellas (vacías o llenas), corchos y unas extrañas neveras de color oscuro donde guardan su alimento. Es raro verlos en islas de pequeño tamaño, ya que su condición de hidrófobos les imposibilita físicamente el estar rodeados de agua por todas partes. Su leche tiene un alto contenido en grasa y proteínas, por lo que constituye un alimento indispensable para los bípedos (especialmente los menstruadores), esta a veces se agria y se convierte en mala leche, sobre todo en épocas de represión, deshidratación o escasez de vino. No suelen procrear en cautividad, (a pesar del descomunal tamaño de su aparato reproductor) ni responden satisfactoriamente al castigo físico, (salvo que les guste) eso lo dejan para los albatros y otras especies de pequeño peso cerebral, la fidelidad en el mundo de los enópatas, simplemente no existe, sería el equivalente a beber todos los días el mismo vino. Es una raza con tendencia al asilvestramiento y, por tanto, no responde bien a la estabulación, ya que sus uñas, sin una manicura cuidadosa, irían degenerando y creciendo hasta clavarse en el hígado, dotado de una gran estructura radicular y enorme tamaño (suele llegar hasta los tobillos), es la parte central de todo organismo enópata. Suelen ser individuos solitarios, aunque se les vea habitualmente en compañía de otros seres, no rechazan una buena juerga con amigos de perfil psicopatológico similar; a pesar de ello, no responden bien a la domesticación debido a su carácter no gregario ni grupal. Habituados durante milenios al onanismo, son seres autosuficientes, montaraces, que no obedecen ni a las amenazas ni al castigo físico y si se les priva de su alimento básico, se convierten en individuos peligrosos que suelen responder con extremada violencia ante cualquier impulso adverso. Crean una especie de campo magnético a su alrededor que repele o atrae a seres de todos los sexos, no dejando indiferente al prójimo casi nunca. Suelen tener los ojos vidriosos y pestañean poco. A menudo crean relaciones de Amor-Odio con los terrícolas y las mantienen durante muchos años. Dedican todos sus recursos físicos y económicos a la consecución de alimento de buena calidad, su Dios es la emoción, el sentimiento, la estética, ese pellizco que tienen algunos vinos del mundo, consagran su vida a la persecución de ellos. Suelen ser heterosexuales pero hay un reducido grupo de individuos homosexuales, en este caso forman un subgrupo morfológico diferente, y mudan su nombre por el de anopatas, estos seres están mejor dotados para identificar las gamas aromáticas florales, frutales y vegetales, mostrando carencias graves en otras familias como la empireumática y la química. Son de orejas más finas, y de menor tonelaje físico, su porte es más elegante y grácil, aunque carecen de la rotundidad del enópata común. Por tanto son complementarios y necesarios en las sesiones de alimentación en grupo, llamadas comúnmente Catas. Puesto que interactúan y se enriquecen mutuamente. Por extraño que parezca no se han identificado enópatas pelirrojos ni dedicados a la enología, aunque de momento los científicos no descartan su existencia. Los enópatas más comunes, suelen ser hombres, (con honrosas excepciones) de naturaleza generosa, voraz y excesiva, solo tienen un depredador conocido, aunque de tremenda efectividad, este es el bípedo menstruador, (vulpes vulpi), extendido por todo el orbe y dotado de letal mordedura. Cuando captura a su presa, -a veces con pasmosa facilidad-, suele segregarla del grupo, y tratar de domesticarla, solo en raras ocasiones se han verificado cambios dramáticos en el comportamiento del enópata, llegando en casos extremos a dejar de beber compulsivamente, aunque dicha situación se invierte en un breve espacio de tiempo, recuperando rápidamente su nivel de polifenoles en sangre. Afortunadamente el antinatural estado de abstención es totalmente reversible y no hace falta (la mayoría de las veces) ni siquiera tratamiento, el retorno al estado inicial suele producirse espontánea y rápidamente. También se podrían considerar sus depredadores naturales, -aunque en menor medida-, a los bodegueros voraces y a los enólogos lenguaraces, esos que ponen los precios de los vinos a voleo, con exceso, sin piedad, hacia esta apreciada especie en vías de extinción. Las enópatas de sexo femenino (¿contrario?), suelen mostrar los mismos síntomas, excesos y alarmantes carencias, aunque algo atenuados, debido sobre todo al menor tamaño del órgano principal de la especie que es el hígado. Presentan la extraña facultad entre la raza, de ser “trilinguis” o a veces más, lo que facilita las incursiones en otros países vinícolas. Se reconocen fácilmente entre ellos, aunque para el profano no es difícil identificarlos, presentan ribete marcadamente violáceo en los arcos superciliares y en el borde superior de las orejas, estas suelen ser gruesas, con el envés velludo, de gran tamaño y opacas, lo que les diferencia netamente de la raza contraria, que son los abstemios, esos seres despreciables, que se niegan el placer a si mismos, y que muestran comúnmente rostros alargados y tristes (como escapados de un cuadro del Greco), pabellones auditivos traslúcidos y repletos de venillas rosáceas. Asimismo la lengua del enópata suele ser similar a la de los Chow Chow, tanto en tamaño como en su típico color azulón y alta rugosidad, aunque dotada de mayor cantidad de papilas gustativas, muchas veces (sobretodo en épocas de gran escasez) se presenta en forma bífida y es extremadamente venenosa. A algunos enópatas puede enseñárseles a callar, aunque en el subgrupo Vulpes Vulpi y Oscensis es realmente difícil. La nariz suele ser voluminosa (algunos de ellos la tienen recubierta de metales nobles), y siempre andan olisqueándolo todo, como si de hambrientos lebreles se tratase, sus ojos son casi siempre brillantes, inquietantes y oscuros. Su cerebro es de gran tamaño aunque la mayoría de individuos tan solo lo utilizan parcialmente, teniéndolo tremendamente especializado, suelen ser monotemáticos y aburridos (para los no iniciados) y la palabra más pronunciada en su limitadísimo vocabulario es VINO. Dotados de una curiosidad sin límites, estos animales de presa de orden superior, son insaciables, su voracidad no conoce límites, no duermen nunca y siempre están dispuestos para el siguiente vino. Suelen ser viajeros, aunque tienen limitado su horizonte a países donde se elabora vino, su único alimento, éste les nutre al mismo tiempo física y espiritualmente, por lo que no necesitan una religión substitutiva. Su cerebro afectivo está seriamente dañado, en él solo tiene cabida añadas, aromas, marcas y zonas vinícolas, no son capaces de apreciar realmente nada que no contenga alcohol o polifenoles. Utilizan un lenguaje propio, una especie de esperanto, jerga común a todos ellos, aunque sean de países diferentes. Tienen marcada tendencia al arrastramiento de las palabras, sobre todo hacia el final (¿tienen final?) de sus reuniones. Algunos son mascachapas, aunque de momento son minoría. Los Enópatas suelen llevar tatuado en el glande o la vulva, su número de serie, y sus “Coup de Coeur”, es decir, el nombre de todos los vinos que les han emocionado, por lo que se hace imprescindible para formar parte de esta peculiar raza, un aparatoso ejemplar. Viven intensamente, son seres honestos y suelen decir lo que piensan, lo que les granjea la enemistad sistemática de los, vulgares, indefinidos y gregarios, falsamente llamados por el resto de la pútrida sociedad “normales”. Forman una nación independiente repartida por todo el mundo, aunque no tienen bandera, ni himno, ni ejército, los ejemplares superiores suelen ser apátridas y anarquistas, desdeñando sistemáticamente el orden establecido, el único orden que respetan es el de las botellas en una cata. Tienen hábito de reunirse en pequeños grupúsculos, con la finalidad de beber ingentes cantidades de VINO, su alimento físico y espiritual favorito. Son insaciables (en muchos órdenes de la vida) y a diferencia de otras razas depredadoras, los enópatas comparten sin reparo su bien más preciado, el VINO, asegurando que ello los enriquece a todos, no ven nunca el final de una buena velada y suelen ser amantes mediocres, ya que su mente siempre está en otra parte y por “chupar”, entienden otra cosa distinta a la comúnmente requerida por sus eventuales parejas. Hace más de 20 años, a principios de noviembre de 1986, se creó la asociación Enópatas Mundi, que destina la totalidad de sus fondos a la expansión de esta benéfica pandemia, además de a la cría, fomento y conservación de la raza Enópata.

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