lunes, 17 de noviembre de 2008

ALEGATO FINAL ¿HACIA DONDE VAN LOS VINOS DEL MEDITERRÁNEO?

Cuenta la leyenda que Dios, arrepentido por haber expulsado a Adán y Eva del paraíso terrenal,  les concedió la vid.

¿Hacia dónde van los vinos mediterráneos?, me pregunto muchas veces, y sinceramente, temo a la respuesta.

A poco realistas que seamos, no podemos seguir siendo optimistas; si, es cierto, ese optimismo nos lo ha dado el clima, el propio mediterráneo, con su enorme efecto benéfico, aquí nunca nos preocupamos excesivamente del futuro, tenemos un clima y  una economía tan placentera, que es difícil pensar en él.

Hoy me he entretenido consultando guías vinícolas, muchas de ellas de autores anglosajones (son los que más guías y libros de divulgación vinícola publican), y he constatado una realidad, que por más terca que pueda ser, tratamos de ocultarla, de obviarla, con esa actitud tan propia de los avestruces y de los mediterráneos.

Apenas un 10% de los vinos que figuran en los lugares destacados de todas las guías mundiales son mediterráneos. Aunque el tema se agrava cuando dichos autores hablan de vinos míticos, donde si quitásemos los italianos y algún Ródano, ni siquiera apareceríamos.

Es una verdadera pena que el eje de influencia mediática se haya desplazado al mundo anglosajón, con nuestra total indiferencia y en muchos casos aprobación, sus críticos más influyentes y sus cacareados Master of Wine, son los que dictan los gustos y “lo que hay que beber” en la aldea global, un mundo cada vez más clónico, que tiende a hacer siempre el mismo tipo de vino, copiando las variedades de uva, la conducción de las cepas en los viñedos, utilizando las mismas levaduras seleccionadas, la misma crianza en barrica, (en el mejor de los casos), los mismos parámetros químicos y organolépticos, haciendo vinos inidentificables, sin alma, todos igualitos, que las más de las veces más se parecen un emplasto similar al engrudo que algo para beber que se ha de disfrutar acompañado de una buena comida y unos buenos amigos.

No quiero ser apocalíptico, pero igual de enfermo que está nuestro mar mediterráneo, están nuestros vinos, que han perdido el rumbo, en la actualidad no sabemos hacia dónde vamos, ni qué tipo de vinos queremos hacer, ni quien va a consumirlos, no tiene ningún sentido utilizar variedades septentrionales como la Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Verdot, o chardonnay, en una zona donde no tenemos ese clima antipático y austero que les vio nacer y al que se adaptaron durante siglos, aquí, en el mediterráneo, tenemos el conjunto ampelográfico más rico que existe, más de mil variedades lo componen, es una verdadera estupidez copiar los vinos de nuestros vecinos del norte, pensando que estos son mejores que los nuestros, creyéndonos sus guías, repletas de mentiras, fraudes, sobornos y amiguismos.

Creo que nuestro futuro vinícola pasa por recuperar nuestro orgullo y nuestra dignidad, recuperar nuestras propias variedades, y con ellas nuestra tipicidad y nuestra identidad como pueblos del mediterráneo; además, tenemos que aplicar criterios de viticultura respetuosos con el medio ambiente, que restrinjan la producción al máximo y no emponzoñen más nuestra tierra, nuestros criterios de producción deben encaminarse hacia la calidad, pero no solo de “boquilla” como aquí es habitual, sino sinceramente, con profundidad, con determinación, si no hacemos todo esto con urgencia, nuestros vinos desaparecerán invadidos por un mar de chips de roble y tetrabrikes, serán borrados del mapa por vinos de países sin tradición ni cultura, (a los que nosotros les legamos el conocimiento del vino desinteresadamente) pero con una visión del marketing más adecuada a los tiempos.

Estamos en plena decadencia vinícola, ese crepúsculo dulce, indolente y autocomplaciente que ya acabó con el Imperio Romano y nos sumió en el oscurantismo durante más de un milenio.

En nuestras manos está impedir que esto ocurra de nuevo.

Beber vinos mediterráneos, es saborear su cultura, compartir el placer que nos ofrecen con nuestros míticos antepasados; nos son tan familiares, que ni siquiera necesitan de nuestra reflexión, acceden a nuestro cerebro de forma natural, sin pedir permiso, sin las estridencias propias de los vinos de otras latitudes, que requieren de nosotros un esfuerzo intelectual, un análisis que adapte unas sensaciones que son extrañas a nuestra cultura hedonista.

Beber vinos mediterráneos en beber vida, beber belleza y tradición.

 

Los vinos mediterráneos, simbolizan el placer en estado puro, pues solo ellos son capaces de llegar a nuestra alma.

“Y a mi enterradme sin duelo entre la playa y el cielo... En la ladera de un monte, más alto que el horizonte. Quiero tener buena vista. Mi cuerpo será camino, le daré verde a los pinos y amarillo a la genista... Cerca del mar. Porque yo nací en el Mediterráneo”

Mediterráneo, compuesta por Joan Manuel Serrat en 1971

 

Escrito en el Mediterráneo, a finales del otoño de 2008

 

Juan Ferrer Espinosa

ENÓPATA ©

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