lunes, 17 de noviembre de 2008

LOS PAISES RIBEREÑOS

LOS PAISES RIBEREÑOS

Los países que comparten el mediterráneo con nosotros son Gibraltar, Francia, Mónaco, Italia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Montenegro, Albania, Grecia y Turquía, por la costa norte.

Líbano, Siria, Israel y la Franja de Gaza por el flanco este.

Egipto, Libia, Túnez, Argelia y Marruecos, por el sur.

Malta y Chipre como islas que conforman sendos estados independientes.

Nada menos que con 450 millones de habitantes cuentan sus países ribereños (7% de la población mundial), que obtienen el 25% del turismo global, y el 13% del Producto Interior Bruto Mundial, para solamente un 5,7% de las tierras emergidas y un 8% de la emisiones de CO2 de todo el mundo.

Prácticamente en todos ellos se elaboran vinos, de hecho, el conjunto ampelográfico mediterráneo, sobrepasa las 1000 variedades de uva diferentes, y desde el principio de su historia, los mediterráneos son vinos que han estado asociados a su origen:

Recordemos los exquisitos moscateles malagueños, el legendario fondillón alicantino, los potentes y concentrados Prioratos, elaborados con Garnacha y Cariñena, los asombrosos Cotnari moldavos, un potente Vranac montenegrino, o los impresionantes Barolos del Piamonte, los magníficos vinos santos del sur de Italia con aromas mediterráneos de miel y azahar, las garnachas sicilianas o sardas, los Retzina griegos suavemente aromatizados con resina de pino de Alepo, los Comandaría chipriotas, o un CB Initial marroquí, un sedoso Brunello di Montalcino, los concentrados Pedro Ximenez de Málaga y su aroma de pasas y dátiles que nos son tan familiares; las viejas garnachas del Empordá, o los melosos vinos de navidad eslovenos, los moscateles de Chipre, Grecia o Rumanía, de Lunnel, de Ankara, de Frontignan, de Alejandría, de Alicante, Rivesaltes, Croacia, Cagliari, Cerdeña, Pantellería, Valencia o Servia, ¡más de 300 variedades de moscatel pueblan el mediterráneo!; los rotundos Monastrell de Jumilla o Bandol, el sutil Tocai Friuliano, un sedoso Chianti, o un chispeante espumoso de Franciacorta o Asti, un Recioto di Soave o un Bardolino ambos del Veneto, un profundo tinto de la Conca del Barberá o del Penedés, un suntuoso Sangiovese, un frutal Bobal de Requena, un cálido vino de la antigua Galilea en Israel, un Greco di Tufo de la Campania, o un Aglianico de la Basilicata, o un aromatizado Marsala siciliano, un misterioso vino Libanés, con sutiles aromas de Kasbah, o una cálida cariñena sarda, una malvasía de Liparia, o un vino generoso del Jura, un rosado de la Provenza, un intenso tinto siciliano, o un rocoso Syrah del Rodano, un concentrado y jovial vino balear, una perfumada Viognier de Condrieu, una carnosa garnacha aragonesa, o un elegante y mineral cava catalán o un jovial y afrutado cava valenciano, y si además, fuéramos capaces de viajar en el tiempo, un exquisito Mulsum, bebido desaforadamente en una crátera, podría ser nuestro vino ideal en una fiesta dionisiaca.  

La enorme variedad de vinos mediterráneos, es tal, que a poco que nos lo propusiésemos, podríamos rebasar los límites de este libro, muchos de ellos están dotados de encanto y personalidad, adaptados desde siempre a su clima preferido, e imbricados en una cultura milenaria que los hace especiales y únicos.

 

 

No hay comentarios: