lunes, 17 de noviembre de 2008

EL ORIGEN DEL VINO Y DE LA VITICULTURA

«Todos los pueblos que han creado una cultura han cultivado la vid»

Mauricio Wiesental

Es casi seguro que el vino naciese en el Mediterráneo, casi a la par que la agricultura y por tanto el sedentarismo, después de la última glaciación, -conocida en Europa como de Würm y en América como Glaciación de Wisconsin- que dio fin al Pleistoceno.

Hacia el final del Paleolítico Superior, hubo una época climática conocida como periodo Würm III, dentro de este periodo climático,  se produjo la llamada Oscilación de Bølling, un cambio climático donde el tiempo se volvió repentinamente templado     -os suena de algo- , ese breve periodo climático, permitió que una zona muy fría, que acababa de surgir de una glaciación, pudiese albergar los primeros viñedos conocidos, necesitados de un clima estable y moderadamente cálido.

Más tarde el frío volvió y los viñedos se fueron desplazando paulatinamente hacia el oriente, buscando zonas climáticas más favorables para su cultivo

El desarrollo de los usos agrícolas en el Neolítico, y su lento traslado desde la región del Levante Mediterráneo hasta el norte de Irán y Anatolia, parecen querer corroborar que el clima fue determinante en la aparición y desarrollo del vino en el Mediterráneo.

La arqueología molecular, y el estudio paleobotánico de las semillas de uva, desarrollados casi en su totalidad por Patrick Mc.Govern y su equipo de investigadores del Centro de Ciencias Aplicadas a la Arqueología de la Universidad de Pensilvania, parece sugerir que se produjo una lenta introducción del cultivo de la Vitis vinífera en lo que hoy es el noreste de Irán varios milenios antes de Cristo.

La arqueología molecular, consiste básicamente en el análisis de los poros del interior de las vasijas de arcilla que servían para la fermentación, conservación y traslado del vino.

La cocción de las citadas vasijas o ánforas, generan , que tienden a absorber los materiales orgánicos –especialmente los líquidos- estos quedan retenidos durante un largo periodo de tiempo dentro de los poros de la vasija, permitiendo su datación y análisis milenios más tarde.

El científico Patrick Mac.Govern en una célebre conferencia impartida en 1991 presentó una precisa datación de unas vasijas de vino sumerias, procedentes de Godin Tepe, en el Kurdistán iraní, situado en los valles situados entre los montes Zagros al suroeste de Irán.

Pero la mayor aportación de este investigador y su equipo, se produjo casi una década más tarde, y fue el descubrimiento de unas vasijas de barro cocido que habían contenido vino, que se encontraron en el poblado neolítico de Ají Firuz Tepe, también en el Kurdistán (un poco más al norte de los montes Zagros) Estaban semienterradas en un almacén agrícola de la era neolítica, y tenían unos 9 litros de capacidad. En el fondo de las mismas, se conservaban restos de pigmentos amarillentos, que más tarde fueron identificados como derivados lácteos. Sin embargo, posteriores análisis químicos  basados en espectrometrías y cromatografía de líquidos, detectaron la presencia en ellos de ácido tartárico, elemento que delataba la presencia de vino.

Al no estar tapadas herméticamente, se dudó de la certeza de esta afirmación, pero un nuevo análisis más exhaustivo, delató la presencia de una resina que se encuentra en el árbol del pistacho, (muy abundante en la zona) resina que se utilizaba como un conservante natural del vino, pues prevenía la oxidación.

Este dato fue revelador, pues dicha resina, era recomendada por Plinio el Viejo en su Historia Natural como una manera idónea de preservar el vino. 

Los restos amarillentos de ácido tartárico y resina de pistacho fueron situados en el entorno del año 5.400 antes de Cristo. Nunca antes se habían datado restos vinícolas tan antiguos.

Recientemente, este mismo equipo investigador ha lanzado una revolucionaria teoría, -todavía en fase de autenticación-, denominada "Hipótesis de Noé", según la misma, en la zona oriental de Turquía, en las montañas del Tauros, cerca de los cursos altos de los ríos Tigris y Éufrates, lo que antiguamente se conocía como “El creciente fértil” (se denominaba creciente, por la similitud que tenía con la forma de la luna creciente, tan apreciada por los pueblos árabes) se hallan los restos más antiguos de vitis vinífera existentes, con una sorprendente datación, que los sitúa en torno al año 9000 a.de C. (final del Paleolítico Superior) no hay que olvidar que la parte este del “Creciente Fértil”, es netamente mediterránea, pues en el Levante de nuestro mar, es  donde están situados los actuales Israel, Líbano Siria y Jordania.

Por tanto, a la vista de todos estos estudios, se podría asegurar sin temor a mentir, que el vino y la viticultura,  nacieron en el Mediterráneo oriental, hace aproximadamente once mil años, que aquí se desarrollaron las técnicas y la cultura suficientes para convertirlo en bebida de culto, tanto para creyentes como para escépticos  y que desde aquí fue exportado a todas las otras zonas del mundo vitivinícola.

 

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